El caso del obelisco de Axum, nos
sirve, una vez más, como ejemplo para constatar el camino autónomo que recorre
toda obra de arte una vez creada. El periplo que ha recorrido el obelisco, es
fruto de su propia condición cuando no está cerca la mano del hombre para
cuidarlo. Nos encontramos ante una obra en donde destaca, por encima de otros,
su valor simbólico-religioso; un valor que ha
sido su peor enemigo según nos muestra la historia de la obra. El
obelisco sufre su primera herida durante la revuelta musulmana en el s. IV
d.c., como forma de humillación hacia el mundo cristiano.
Dieciséis siglos después Mussolini, en
un delirio de grandeza, robará el obelisco. ¿Qué es lo que le motiva a llevar
esto a cabo?; ¿y qué es lo que encuentra más atrayente de él? Es muy probable
que fuera, sobre todo, su enorme tamaño, de manera que el obelisco
probablemente le sirvió para mostrar la majestuosidad y magnificencia de su
gobierno, a imitación consciente de los emperadores romanos de la Antigüedad, y en paralelismo con dictaduras basadas en el mismo lenguaje megalómano.
Mussolini, por otro lado, lo que
conseguirá mediante el desarraigo del obelisco de Etiopía y la posterior
incorporación en Roma, es transformar el valor simbólico original del monumento
y otorgarle un sentido nuevo, el de trofeo de guerra. Enlazando con
los valores sobre los que teoriza Alois Rieghl, el valor rememorativo o
representativo de la obra puede cambiar; para el reino de Ezana es un monumento
funerario, pero para los italianos se trata de un triunfo bélico.
Ha permanecido más de medio siglo en
una zona céntrica de Roma, sin embargo, ¿para qué cantidad de
italianos representa algunos de los valores mencionados?. Realmente para muy pocos,
siendo para la mayoría un monumento más. Es la codicia y el complejo de
gobiernos mediocres lo que hace que esta obra no haya vuelto a su lugar de
origen.
El azar de la vida hará que un rayo le genere una nueva herida al obelisco ; un hecho que borra de la memoria todos
los valores otorgados por el gobierno italiano y, de repente, el único valor
que se le atribuye es el de ser una carga. Su restitución y colocación en la
ciudad santa de Axum le devolverá al obelisco su valor representativo e
histórico originales y, con el paso del tiempo, se borrará su imagen de mera
“piedra alta”, tal como se había acostumbrado a ver en estas últimas seis
décadas.
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