Situada
en el centro comercial tradicional de la ciudad, el proyecto realizado por los
arquitectos Francisco Artengo, José A. Domínguez Anadón y Carlos Schwartz, viene
a satisfacer las necesidades de la entidad, en
momentos en la que ésta se encontraba en pleno proceso de transformación
interno, con el objetivo de subirse al vertiginoso tren de la modernidad.
Solidez,
contenida majestuosidad, ritmo y proporción clásica en sus huecos, rigurosa
geometría ordenadora -de espacios y volúmenes-, empleo de materiales nobles y
la buena ejecución de sus acabados, son aspectos que aún dotan a la obra de
personalidad propia y carácter autónomo, dentro de la heterogénea y libre
expresividad del posmodernismo.
Aunque la parcela es rectangular, la geometría
en planta del edificio rompe esta forma original. Se disponen entrantes –atrios
de acceso que funcionan como continuación del espacio público- y angulaciones
en las líneas de su contorno, en las que sus formas convexas nos remiten a la
proa de una nave que camina imperiosa y
segura.
El edificio se distribuye en tres zonas diferenciadas: aparcamientos bajo rasante, en planta baja la zona pública –sala de operaciones para clientes y espacios dedicados a actividades culturales- y oficinas y sede de la presidencia en plantas superiores. Para las oficinas se utiliza el sistema codificado por muchos arquitectos y que ya Frank Lloyd Wright en 1904 planteó en su edificio Larkin. Se trata de plantas diáfanas, los puestos de trabajo se crean a base de paneles separadores a media altura dando lugar a espacios amplios y agradables. A destacar el eje longitudinal de comunicación a modo de galería que atraviesa el edificio poniendo en contacto visual los tres accesos al edificio y que sirve como elemento para iluminación de los interiores.
El edificio se distribuye en tres zonas diferenciadas: aparcamientos bajo rasante, en planta baja la zona pública –sala de operaciones para clientes y espacios dedicados a actividades culturales- y oficinas y sede de la presidencia en plantas superiores. Para las oficinas se utiliza el sistema codificado por muchos arquitectos y que ya Frank Lloyd Wright en 1904 planteó en su edificio Larkin. Se trata de plantas diáfanas, los puestos de trabajo se crean a base de paneles separadores a media altura dando lugar a espacios amplios y agradables. A destacar el eje longitudinal de comunicación a modo de galería que atraviesa el edificio poniendo en contacto visual los tres accesos al edificio y que sirve como elemento para iluminación de los interiores.
Su adaptación a la trama
urbana, da lugar a un diseño que consta de dos volúmenes. El más
bajo se proyecta hacia al calle de La
Luna en consonancia con la altura de las edificaciones
existentes, y otro alto formado por la torre, se proyecta hacia calle Norte de
fachadas más altas. A ambos, se les imprime un tratamiento clásico en cuanto al
ritmo y proporción de sus ventanas, creando
tensión entre las formas clásicas
y los materiales modernos (aluminio y vidrio). Sus fachadas se recubren con
aplacado de piedra de Tindaya dotando al edificio de unicidad y atractivo.
También el interior se cubre con esta piedra y
se combina con otras zonas, en donde la madera de diversas tonalidades
dispuestas a modo de franjas, crean espacios muy confortables -sala de
conferencias-. Son diseños de interiores inspirados en la sezession vienesa
(léase Otto Wagner, Olbrich, Joseph Hoffman, etc.). En las puertas de acceso a los atrios se ve la
presencia del diseñador británico Mackintosh vinculado al espíritu nuevo del cambio
de siglo. Además de esta decoración sobria y exquisita, la sede cuenta con numerosas obras plásticas
de artistas canarios, situadas en puntos estratégicos que se reparten por los
distintos espacios del edificio.
Todas
estas referencias tienen como resultado el ejemplo de una arquitectura culta,
que se sumerge en otras arquitecturas del pasado pero ejecutado a su vez con un
lenguaje actualizado. Este edificio atiende muy bien a los atributos
de la arquitectura: forma, función y ejecución. Algo que tiende a desaparecer
de la memoria de numerosos arquitectos, en favor de los gritos expresivos, proyectando
todos los esfuerzos exclusivamente en la
imagen del edificio. A diferencia de otros edificios, éste envejece aumentando
la intensidad de sus cualidades añadiendo un valor cultural a la trama urbana.
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